domingo, 1 de septiembre de 2013

El cuerpo es la cárcel del alma.

Platón afirma que el cuerpo es una cárcel para
el alma,
porque entiende que cuerpo y alma son dos
realidades
heterogéneas, tanto por su naturaleza, como por
su
origen: en efecto, si el cuerpo es de naturaleza
material
y, en cuanto tal, pertenece al mundo de lo
sensible, el
alma, por su parte, es de naturaleza espiritual y
procede
del mundo inteligible. Lo propio del alma no es,
pues,
estar junto al cuerpo; su lugar natural es el
mundo
inteligible. Por eso, mientras permanece unida al
cuerpo,
anhela librarse de los lazos que la atan a lo
sensible y
retornar a su origen primitivo. De manera que la
unión
entre alma y cuerpo es una unión accidental,
semejante
a la que se establece entre el cochero y su coche
o el
timonel y el barco.
Es importante señalar que Platón distingue
verdaderamente la
naturaleza del alma de la naturaleza de las
realidades
materiales; esto es, a diferencia de los primeros
filósofos, no reduce Platón la naturaleza del
alma a
elementos materiales, aunque muy sutiles, sino
que
asigna al alma una naturaleza espiritual.

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